domingo, 10 de octubre de 2010

Historia de una amistad de barrio

Más de siete meses ya nos separan del terremoto ocurrido en febrero y todavía hay personas que se acercan para recordar lo peores y los mejores momentos, claro porque también hubo buenos momentos, luego de ocurrida la tragedia.
Muchos se acercaron los primeros días, incluso los primeros meses, a saludar a agradecer por el trabajo que hice junto a mi compañeros en La Bío Bío de Conce, todos valoran la labor realizada.
La sorpresa viene cuando un día cualquiera, en un lugar cualquiera, se me acerca una persona, me toca el hombro y me doy cuenta que es un amigo de la infancia, uno de esos que uno se hace en el barrio, jugando a la pelota en la calle y comiendo la tierra de cuando jugábamos a los autos en la casa de mi abuela. Uno de esos amigos con los que peleaste por puras huevadas, pero que a fin de cuentas igual te prestaban el nintendo para llevártelo pa' la casa un par de noches.
Ese amigo se llama Julio y dejé de verlo hace más de 15 años, cuando me cambié de casa... cuando me fui del centro de Concepción a vivir en la periferia, ahí donde se inunda, ahí donde hay que llegar en micro y hay que soportar a las barras bravas que llegan cuando hay partidos de alto riesgo, ese sector es Collao, donde ahora vivo.
Julio llegó por la espalda y sin avisar, nos saludamos de un abrazo de amigos y lo primero que me dijo fue "Gracias, gracias Oscar por darle calma a mi familia los días después del terremoto, con mi hermana y mis papás siempre te escuchamos y nos tranquilizaba saber que había alguien que conocíamos trabajando por nosotros... gracias hueón, de verdad te pasaste culiao".
Recuerdo casi todo calcado, porque habían hartas groserías en el relato. Una vez pronunciadas la palabras del Julito, nos abrazamos como amigos de siempre. Conversamos un rato de sus papás, de su hermana buena onda y de cuando hacíamos puras tonteras tomando de esas Pepsi de un litro y cuarto que vendían en un envase de vidrio grueso y feo. No fueron más de cinco minutos de "hablamiento" y luego extendió su mano para despedirse.
Nos despedimos con una base ritmica de puros garabatos y chuchadas, así como los amigos po'... se dio vuelta y se perdió entre las personas de la calle.
Cuando se fue me acordé y pensé "uta que soy huevón, ni siquiera la pedí un teléfono"... pero en fin ya era tarde, ojalá no tengan que pasar 15 años para volver a encontrame con el Julio, ese cabro de mierda que me enseñó a jugar Nintendo, ese hueón que conocí en una pelea callejera y que se transformó en mi mejor amigo en la mejor parte de mi infancia. Claro, hasta que cambié de barrio.

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